martes, 5 de marzo de 2019

EL CARNAVAL, VISTO POR PANCHO GUERRA - II

Por Pedro J. Franco López.

Compendio de las andanzas carnavaleras de Pepe Monagas.





Como no podía ser menos, Pancho Guerra, "El más alto representante de la literatura popular canaria de todos los tiempos”, como se le denomina en el documento de Yolanda Arencibia: “Pancho Guerra o el amor a lo propio”, también dedicó su pluma a la más popular de las fiestas canarias: El Carnaval y, para ello como siempre, echa mano de su personaje de ficción: Pepe Monagas.

Y, como las fechas mandan, nos hacemos eco de dos historietas relacionadas con el Carnaval:  "De cuando Pepe Monagas le destupió el "vate colose" a un inglés en Lunes de Carnaval" y "De cuando Pepe Monagas se disfrazó".

En esta entrada de Blog nos vamos a referir a la segunda de ellas:

"De cuando Pepe Monagas se disfrazó"

Y el segundo de los cuentos, "De cuando Pepe Monagas se disfrazó", extraemos los siguientes párrafos:


"Los carnavales, (...) los corría mi compadre Monagas con el trapo tan suelto y margullando en una chispa de tan mala manera, que cuando abicaba en el catre el miércoles de ceniza, después de churros, caía como la Bella Durmiente".

Ni el hambre, ni el cañón de las doce, ni una elevada en el Portón lo sacaban del estado de tronco de olivo en que entraba. En una maravillosa demostración de euforia y resistencia, Pepito pegaba un mes antes de las carnestolendas "para ir haciendo boca" y acababa el día de la Ceniza como un cesto de fruta de esos que se olvidan en el depósito del coche de horas".

Todos los años Monagas se ponía un disfraz único y estupendo. En la época gloriosa de Ursula López, se vistió de Ursula López y cantaba en la Plazuela, exprimiéndose previamente junto a los ojos un pedazo de cebolla peleona, aquello tan famoso de "Mira, niño, que la Virgen lo ve todo, y que sabe lo malito que tú eres..."

Otra vez se puso unos cuernos de goma, se encasquetó a la espalda un caparazón imitando el de un caracol, y se empaquetó luego con traje de etiqueta, sombrero de siete pisos y corbata de ceremonia. Se había disfrazado de "chuchango compuesto".

Un Martes de Carnaval, entró Pepe Monagas en el Café Triana y había perdido toda vestimenta festiva, pero conservaba, eso sí, su ropa de diario y la chispa. Entre gritos, abanazos, codazos y vaivenes pasó la entrada y se aflojó sobre una silla vacía del pasillo. Estaba en una de esas fases mudas de las grandes tajadas, cuando sólo hablaban la actitud o el gesto.

De pronto se animó un pizco y se incorporó otro pizco. En su cabeza turbia cogió cuerpo la idea de improvisarse un disfraz original y comodísimo.

-¿Por qué no se va usted a molestar al barranco?

Con un dedo que intentaba, fluctuante, inseguro, ordenar silencio, Pepe inició la réplica

-Ssss... Yo estoy bien asquí... ¿No estamos corriendo los casnavales...? Pos yo soy una máscara. Y listón.

-¡Jabón suasto es lo que es usté!-chílló una gorda, a la que estaban refrescando con agua de San Roque.

-Por ay vas bien, Michelína-, susurró Monagas.

-¡Cáyese, peaso de indesente, mejó se fuera a dormí¡!
  
-¡Bueno, bueno, se acabaron los abusos!-, gritó el dueño, dando una patada en el suelo y alcanzando en un callo a uno de los cotorrones, que también cayó en la cama porque era un callo antiguo y como una aceituna del país, y por eso casi tan malamañado como una puntada en la rabadilla.

-¡Se acabaron los abusos ha dicho! Usted se va a la calle.

-¡Sss... ! Calma y tabaco, Nicolás... Déjese dir, que estamos en un establesimiento público y ya sabemos os derechos del suidadano. ¡ Que yo soy federáa de toa la vía!, ¿ oyó? Y a mí atropellamientos de la suidadanía, no. ¿Tamos? ¡Ah, ya!

-Pero bueno...

-Ni bueno ni malo. Esto es un baile de máscaras, y yo soy una máscara.

-¿Cuándo aónde es usté una máscara? ¡Miá pa allá!-chilló la gorda.

-¿Cómo cuándo aónde? ¿No me ve disfrasao?

-¡Disfrasao! Miá qué cara...

-Disfrasao, sí, señora... Disfrasao de cáscara de plátano...

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