A veinte años de
esfumarse la iniciativa, el “Centro Tricontinental de Encuentros”: una ilusión rota.
Por Pedro José
Franco López
Técnico en
Patrimonio Histórico y Cultural.
Estábamos en agosto de
1990, se acercaban los fastos del V Centenario del Descubrimiento de América y,
desde Canarias, se proponía, al fín de conmemorar y perpetuar tal efemérides: un
“Centro de Encuentros Internacionales”,
dado el carácter atlántico y americanista de las Islas Canarias.
Proyectado en Monte
León, se trataba de una especie de “bunker” que sirviera para celebrar cumbres,
reuniones, seminarios y contactos de
rango internacional, sobre todo para Europa, África y América latina y, a todos
los niveles: institucional, político, social, económico, técnico, etc.; para
ello contaría con las más rigurosas medidas de seguridad y adecuado para citas
de alto nivel entre Jefes de Estado y Presidentes de Gobierno.
El asunto se consideró
de tal envergadura que el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana aprobó una
modificación de las ordenanzas urbanísticas de Montaña Alta; no en vano, la
propuesta llegaba desde la CEE -Comunidad Económica Europea- y la inversión
estaba prevista en unos mil quinientos millones de pesetas.
Según una interesante
investigación periodística de Juan Francisco Naranjo, publicada en Diario de
Las Palmas, tras la iniciativa que databa de siete años antes, estaban el que
fuera ministro de finanzas alemán Hanss Mathhöfer y el ex canciller Helmut
Schmith, habituales visitantes de Gran Canaria y, concretamente, de la
exclusiva zona de Monte León..
El Proyecto y sus
expedientes que llegaron a las más altas instancias, incluso a la CUMAC y al PIOT,
terminó por chafarse y las alarmas saltaron cuando se comprueba que, al margen
del denominado “nido de águilas”, se proponía como complemento del mismo: un
hotel de 100 habitaciones, una clínica y un complejo residencial de máximo lujo,
con la peculiaridad que la clínica tendría entre sus especialidades tratamientos
para la obesidad y la deshabituación de tabaco y alcohol. Y, claro, tales
prestaciones no respondían al objetivo principal del complejo ni por asomo.
A estos inconvenientes
y, para no variar, este tema suscita un ambiente de “guerra fría insularista” y
se escenifican los consabidos tiras y aflojas entre las dos islas capitalinas cuando se destapa “la caja
de Pandora” de un asunto llevado con el máximo sigilo por razones obvias.
Es aquí cuando se
inicia un espectacular trapicheo, cambalache y
regateo entre siglas y líderes políticos, instituciones de ambas
provincias, organizaciones empresariales, incluso las dos universidades entran
a trapo, que perduraron hasta mediados de 1994, hace por estos días veinte años.
Para no variar y, como siempre, termina por desinflarse y esfumarse esta
interesantísima iniciativa en la que tantos depositaron tantas ilusiones y
expectativas y que dormirá por ahí, en cualquier cajón.