jueves, 4 de abril de 2024

VERÓNICA RODRÍGUEZ VEGA. PELEÓ CON FUERZA, POR Y PARA VIVIR 99 AÑOS.

 VERÓNICA RODRÍGUEZ VEGA.

PELEÓ CON FUERZA, POR Y PARA VIVIR 99 AÑOS.

 

Por Pedro José Franco López


Nos deja la señora Verónica Rodríguez Vega, a los 99 años de edad y que, cómo pocas, vivió, sufrió y disfrutó aquellos primeros años del siglo XX y, también los esplendorosos primeros de éste siglo XXI, al que le sustrajo todo el jugo y las vivencias que pudo.

Nace en Maspalomas en junio de 1924, en el seno de una de tantas familias entroncadas en la Maspalomas más ancestral: la formada por: Fernando Rodríguez Artiles y Pino Vega Santana, en una vivienda situada dónde hoy, el hotel Las Margaritas; trabajó en una tienda de aceite y vinagre en Buenavista -hoy Bellavista-, hasta que su familia hubo de trasladarse a El Matorral, dónde pasa su infancia y juventud, cultivando tomates con Juliano Bonny, trabajos que continúa realizando una vez de vuelta a Maspalomas.

Contrae matrimonio en la ermita antigua de Maspalomas, con Jesús Guerra Perdomo -procedente de Aldea Blanca- y vuelta al Matorral, dónde sus suegros -que tanto le favorecieron-: Victoriano Guerra y Agustina Perdomo, le construyen a la pareja una vivienda, hecha de piedra y barro.


Duros años aquellos en que tiene siete hijos, de los que hoy en día viven cuatro: Suso, Alfredo, Pino y Olga; que a su vez le alegraron la vida con 11 nietos y una buena tanda de biznietos; convive con la Maspalomas rural y de la labranza y con los primeros pasos hacia una Maspalomas, convertida hoy en un destino turístico de primer orden, no en vano Jesús Guerra, su esposo, ejerció de encargado en las obras de urbanización de Maspalomas Costa Canaria en los años 60 y 70 del siglo pasado.

La tragedia de perder un hijo, que en Verónica se repite hasta en tres ocasiones (Carmen, Ramón y Carmelo), o te derrota de por vida o te imprime un especial carácter; y eso fue lo que hizo la vida con Verónica; las duras adversidades y los sacrificios, le imprimió un carácter fuerte y aguerrido; con el que luchó, para hacer frente a las adversidades que la vida le tenía reservadas.

Verónica se pasó muchísimo tiempo presumiendo de que le ganaba años a la vida; presumía de ser la más vieja del pueblo y, si alguien le ganaba en años, argumentaba que ella era la más vieja, pero “de las que caminaban”; cuando dejó de caminar ligeramente, cogió el taca-taca y, después la silla de ruedas, hasta que tuvo que dejarla también y resignarse a ver discurrir el tiempo desde su casa; pero, eso sí, recibiendo a familiares y amigos y, como dice su hija Pino, dándole a la lengua, la que nunca perdió.

Quién se encargue allá arriba de establecer el orden de partida, se las va a tener que ver con Verónica; pues a nadie se le escapa que se ha ido más rascá que un piojo”, porque tenía ilusión por llegar al siglo de vida y echará de menos el ser homenajeada y las flores y abrazos que tanto le gustaban.


Manifestó a sus hijos, por activa y por pasiva, que quería tener música en su entierro; y así va a ser, revolvieron Roma con Santiago y han logrado que un buen amigo suyo: José Luis, el popular acordeonista de la avda. de Gáldar, le acompañe en su último trayecto terrenal, desde el Tanatorio a la Iglesia y, luego, hasta el cementerio.

Hemos de añadir que con la marcha de Verónica, no se pierde su legado intangible; sus hijos, nietos y biznietos lo custodiarán. Bien que se encargó muy mucho ella de transmitírselos.

Suso, Alfredo, Olga y Pino… nietos y biznietos de Verónica: ahí tienen un claro ejemplo de cómo luchar y de cómo hacerle frente a las adversidades de la vida.

Reciban sus hijos, nietos y demás familia, nuestro más sentido pesar. Su sepelio tendrá lugar hoy viernes (5 de abril), a las 12,- horas, desde el Tanatorio hasta la Parroquia de San Fernando, dónde se celebrará la Misa-funeral y, desde allí al cementerio de Pedrazo.