Columna publicada en el periódico "La Provincia", el lunes, día 30 de noviembre de 2015
Por Pedro J. Franco López.
Mimetizada
entre las palmeras resecas que la circundan, la emblemática “Mediterránea”
languidece en la desidia y el abandono.
Desde hace poco más de diecisiete
años (septiembre de 1998), la autopista GC-1 cuenta con una escultura situada
al margen derecho, de la salida de El Veril (Km. 43 dirección Maspalomas-Las
Palmas) que, para la gran mayoría pasa desapercibida y, muchos la descubrirán después
de leer esta columna.
El que no sea
admirada por la ciudadanía se puede justificar, pues su ubicación quizá no sea la
más adecuada; y es que, conduciendo en una autopista, no debe ser aconsejable
estar admirando obras de arte; y eso que la vegetación que la circunda ayuda,
las palmeras resecas y tiradas por los suelos ayudan a que luzca con total
nitidez y en todo su esplendor; lo de esplendor es un decir, ya que el color
amarillento pálido que ha adquirido tras años de desidia y abandono, la
mimetizan y confunden en un entorno dónde lo que más resalta son tres enormes
focos que jamás se encienden.
El autor de esta
escultura, el canario Martín Chirino, una de las figuras más importantes del arte español
del siglo XX, la concibió en color rojo vivo, su color preferido en su época de
finales de los años 60 y que contrasta con el que ahora mismo nos ofrece. Denominada
“Mediterránea I”, de 1968, de chapa de acero soldada, pintada al duco y
restaurada posteriormente, bajo la dirección del propio escultor, incorporando acero
cortén reforzado, pertenece a la serie del mismo nombre que inicia por
influencias de su viaje de dos meses a Grecia en 1964.
La escultura, adquirida el año 1968 por el
Conde de la Vega Grande para instalarla en los jardines del Hotel Maspalomas
Oasis; cuando se vendió éste, fue trasladada a las instalaciones del Campo de
Golf de Maspalomas y, más tarde (en septiembre de 1988), por iniciativa de la
empresa “Elmasa”, del grupo Castillo, continúa su periplo, hasta quedar
colocada en su actual ubicación, en la autopista GC-1, a la altura de la zona
de Las Burras, por entenderse que allí iba a tener una mayor vistosidad. Premonitorio
de esta columna fue el que los promotores de este último traslado: Gaspar Ponte
y Chano Ravelo, director-gerente y ejecutivo de la empresa “Elmasa”,
respectivamente, me obsequiasen un dossier
de fotos y prensa de los trabajos de traslado e instalación.
Para dar a entender la importancia de “Mediterránea”,
baste decir que su autor, Martín Chirino, la valora y tiene muy en estima por
ser referente de la época en que la creó (inicio de su etapa en solitario) y
que fue elegida por él mismo para incluirla, con otras tres de sus esculturas
más emblemáticas, en la exposición que se organizó en la calle Triana en 2011,
con motivo de una de las acciones más espectaculares que se llevaron a cabo, para
apoyar la candidatura a Capital Cultural Europea 2016 de la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria.
Salta a la vista que nuestra “Mediterránea” no goza de
los mimos, ni el respeto, que se le dan a la escultura “Lady Harimaguada”, a la
entrada de la capital de la isla y del mismo autor; ni sabemos porqué, ni a
quién deberíamos reclamárselos, pero que sepan todos, que el artista canario y
de prestigio internacional, Martín Chirino, cuando la concibió, interpretaba su
rojo vivo, como “color que evoca al sol
y la calidez del paisaje al cual hace referencia”; o sea, nada que ver con
el tono blancuzco que ahora luce, ni con la vegetación marchita que la
circunda.
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