Por Pedro José Franco López.
Autor del Libro:
"MASPALOMAS EL CARNAVAL"
La Sardina se murió
y la fueron a enterrar 25
palanquines un cura y un sacristán.
Le pese a quien le pese, el Carnaval, propiamente dicho
se terminó, lo que suceda a partir de ahora en los
pueblos canarios, debería llamársele de otra manera.
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Todo
tiene su fin y, como no podía ser menos, también los días del Carnaval llegan a
su término. El Entierro de la Sardina, como en todos, pone fin al jolgorio, y
lo pone en el mismo tono de diversión que se ha vivido en el transcurso de los
alegres días anteriores, aunque con el inevitable punto de melancolía que
provoca el despedirse de un grato acontecimiento y, ya sabemos, la Cuaresma
acecha en la próxima esquina.
En
Maspalomas, nace el Entierro y Quema de la Sardina por el año 1985, así como el
acto de Lectura del Testamento de la Sardina -exclusivo del Carnaval de
Maspalomas-. Durante casi una década el Testamentario es el propio Alcalde del
Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, papel que asume con gusto, pues lo
aprovecha para poner ciertos comentarios jocosos, irónicos y humorísticos en
boca de la Sardina y de esta manera, “sacarse las espinas” que, durante el año,
le clavaban: la Oposición, la Prensa, las “manos negras”, Etc.
La
Sardina es paseada por las principales calles de la zona turística de
Maspalomas, en una procesión llena del histrionismo de las “desconsoladas
viudas” y los “doloridos” políticos que se sacan la penúltima foto a costas del
Carnaval. Y en el escenario del Yumbo, ante la expectación de los residentes y
la mirada atónita de miles de turistas, se incineran sus carnes y su espinazo
ante el estruendo de una pirotecnia que marca el inicio del Carnaval siguiente.
¿DE DONDE VIENE EL
ENTIERRO
DE LA SARDINA?
La tradición se
remonta al siglo XIX y simboliza el inicio de la Cuaresma y la prohibición de
comer carne todos los viernes antes de que del comienzo la Semana Santa.
Según dice la
historia, el entierro de la sardina es una costumbre que procede del siglo XIX
y que simboliza el inicio de la Cuaresma -es decir, los 40 días que faltan
hasta el Domingo de Ramos- y la prohibición de comer carne todos los viernes
antes de que dé comienzo la Semana Santa. Se simboliza con una sardina porque,
según dicen, es lo que consumía la población con pocos recursos en aquella
época.
El Entierro de la
Sardina es la victoria de don Carnal. El Entierro es para otros la victoria de
don Carnal sobre doña Cuaresma, es una fiesta pagana, de la mitología y del
fuego.
Como y cuando
aparece el Entierro de la Sardina: El rey Carlos III celoso guardián de las
tradiciones cristianas, se le ocurrió organizar una fiesta un Miércoles de
Ceniza, con el propósito de que el pueblo cumpliera con el deber de no comer
carne durante la Cuaresma. A la fiesta, mandó llevar sardinas para paliar el
hambre, pero hizo tanto sol ese día que empezaron a descomponerse hasta el
punto de que el mal olor que desprendían impidió que se pudieran comer. Fuera
porque los transportistas se hubiesen declarado en huelga, o porque hubiera
alguna cláusula de lentitud en el tratado pesquero de la época, cuando los
cocineros destaparon las cajas de sardinas se desprendió tal hedor que Su
Graciosa Majestad revocó la primera orden y dio una segunda: que las sardinas
fueran enterradas inmediatamente en la Casa de Campo, donde seguiría la fiesta.
Este hecho, lejos de aguar la fiesta, la animó, ya que el pueblo organizó, con
no poco buen humor, el entierro de las sardinas putrefactas y, con ello, se
deshicieron de su mal olor. En vez de cumplir con el proyecto inicial de
enterrar la carne, los madrileños de entonces enterraron el pescado. Y allí se
inició la tradición del entierro de la sardina. Desde entonces, año tras año,
se celebra esta curiosa procesión.
El renacimientos
del Entierro de la Sardina se remonta a mediados del siglo XIX, cuando un grupo
de estudiantes de Madrid, que se reunían en la rebotica de la Farmacia de San
Antón, decidieron formar un cortejo fúnebre presidido por una sardina, que
simboliza el ayuno y la abstinencia, queriendo revivir el festejo carnavalesco
que se celebraba en Madrid el Miércoles de Ceniza. Tal vez, lo que nunca
pensaron es en las inmensas proporciones y popularidad que, andando el tiempo,
renacería esta fiesta.
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