EL
BARRIO DE LAS COLORADAS, “METAMORFOSEADO”
POR LA PASIÓN Y MUERTE DE JESÚS
Cinco
décadas de aquella iniciativa Vecinal:
Solidaria
y Reivindicativa.
EL BARRIO
“Las
Coloradas” es un popular barrio que, administrativamente,
pertenece a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria,
donde se agolpan sus casas terreras, cuya construcción dio comienzo
en 1959 y, según reportaje de Elisa Ardoy en La Provincia de -15 de
junio de 2009-, unos 120 metros cuadrados de terreno, costaban
12.000.- pesetas (72,12) euros; y se fabricaban a ratitos, entre
sancochos, por los propios vecinos y, de manera tan organizada que,
para diseñar sus calles, de su propia iniciativa “mandaron
a buscar a un maestro que les asesorara”.
Era tan fuerte el vínculo de
solidaridad que desde siempre existía en el vecindario,
que
vale como ejemplo lo ocurrido en los inicios de la configuración
urbanística del barrio, cuando algunos vecinos llegaron a hipotecar
su propia vivienda, para conseguir el dinero que otro necesitaba para
construir la suya.
El
núcleo de población toma una fisonomía casi rectangular adaptada
al terreno sobre el que se levanta. Recibe su nombre de la montaña
homónima junto a la que se asienta, , cuya capacidad tiene agotadas
toda posibilidad de crecimiento por el relieve donde se ubica; una
pequeña meseta casi cuadrangular donde los lados Norte, Oeste y Sur
son las rampas de la meseta y el Este es la frontera con el límite
de la zona de seguridad -perímetro de la zona militar del Ministerio
de Defensa-, que ocupa gran parte del suelo de La Isleta.
Fue a principios de la década de los años
70 del siglo pasado, cuando se puso el foco en la problemática
social del barrio de Las Coloradas y lo que se nos mostraba eran
escenas, más bien propias de las Hurdes cacereñas y reflejadas en
el documental “Tierra sin Pan”, de Luis Buñuel (1933).
Según manifestaciones del colaborador de
la Asociación de Cabezas de Familia: Pedro Bolaños; “No
teníamos ni agua, ni alcantarillado, ni carreteras”, ni luz
eléctrica y nos alumbrábamos con luces de carburo, luego con velas
y petróleo hasta que llegó el gas”. Sobre
el estado y
las condiciones del barrio, añade “Los
niños jugaban en las calles de tierra y piedras que se encharcaban
cada vez que llovía, íbamos con las barricas de vino a coger agua
del mar, que utilizábamos para ducharnos; un
burro se utilizaba para la recogida domiciliaria de basuras y un
habitáculo prefabricado por los propios vecinos, que hacía de Salón
de Actos, de Iglesia y durante la semana de Escuela”, que costearon
a base de recogidas de botellas, de papeles y de la propia aportación
de cada vecino”.
Sin embargo, no era
“Las Coloradas” el clásico barrio de suburbios o de chabolas, de
niños sucios y harapientos; nada de eso; era un barrio en el que
cada vecino se encargaba de mantener limpia su parte de calle y, como
quiera que por parte de las instituciones se le daba la espalda,
decidieron poner manos a la obra para dignificar su vida comunitaria;
hicieron frente a todos los problemas, improvisaron los servicios y
el barrio se sentía orgulloso de lo que tenía, producto de su
propio esfuerzo.
Ante su lamentable
situación, los vecinos deciden plantarse y dar una sonoro
“aldabonazo” y se unen para reivindicar que su precaria vida
cambie a fin de, tan sólo parecerse, al resto de sus conciudadanos
del resto de la capital de la isla, Las Palmas de Gran Canaria, a la
que pertenecen; para ello, ni cortan calles, ni queman contenedores
de basura -estaban por venir-, ni despotrican lo más mínimo, con
algarabías y jacarandas; todo lo contrario: deciden montar un
espectáculo anual: la escenificación de “La Pasión y Muerte de
Jesús”. De común acuerdo, todo el pueblo y todos a una, como un
Fuenteovejuna grancanario, se proponen hacerla a lo grande, al aire
libre; con la intervención de más de mil participantes entre
actores, actrices y figurantes; se plantea preparar las
infraestructuras necesarias para acoger a unos 20.000 espectadores,
pretendiendo que se perpetúe en el tiempo y que termine
convirtiéndose en un evento de interés religioso, social y
turístico.
La dirección recurre
al texto original de Enrique Zumel, tratando de emular -salvando las
diferencias-, a las míticas representaciones, algunas de ellas con
siglos de existencia, que se celebran en territorio peninsular;
queriendo demostrar de lo que es capaz un barrio ninguneado por
mejorar sus condiciones de vida.
LA PASIÓN Y
MUERTE DE JESÚS
Isidro Gómez
López:
Realizador
del espectáculo de La Pasión y Muerte de Jesús, además, cuidaba
al
máximo todos los detalles que lleva consigo el montaje de una obra
donde intervienen tantos actores; Isidro era muy
conocido en el ambiente cultural y festivo de la
ciudad, no en
vano era un excelente titiritero y marionetista creador de los
guiñoles “Chopito y Chaporro”, con los que recorrió, durante
años muchas fiestas populares de las islas; Las Palmas de Gran
Canaria le homenajea nominando una calle a su nombre, junto a
personajes de la talla de José Milllares Sall, Fachico Rojas Fariña
y Josefina de la Torre, entre otros.
Del magno espectáculo
se responsabilizarían las fuerzas vivas del pueblo: las directivas
del Teleclub y de la Asociación de Cabezas de Familias -modelo entre
las de su género-; miembros de esta Asociación, llegaron a
manifestar en su día que “el
Ayuntamiento llegó a no reconocerles como parte integrante del
municipio de Las Palmas de Gran Canaria”,
por lo que, desde su fundación en 1969, asumieron la tarea de luchar
para que sus justas reivindicaciones fueran atendidas.
Isidro Gómez,
sentado en uno de los pupitres de la Iglesia-Escuela, explicaba los
detalles del montaje que, como primer paso y, cada año, convocaba
previamente un concurso para publicar el cartel anunciador del evento
que, en alguna de sus ediciones, se llegaron a presentar hasta 78
propuestas. Lo patrocinaba la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria
y se otorgaba un premio único de 10.000 pesetas, celebrándose la
exposición en la sede de dicha entidad de la Calle Mayor de Triana y
en el Castillo de La Luz; en 1971, el pintor Rafaely obtuvo el primer
premio, mereciendo lo propio las creaciones de Rafael de Andrés en
1972 y 1973. En 1974, año en que el Concurso adquirió ámbito
Regional, José Pradera sería el ganador, repitiendo premio en 1975.
La escenificación de
los distintos “cuadros” de La Pasión, se desarrollaba sobre una
superficie aproximada de 60.000 metros cuadrados: la montaña de los
Canarios, se convertía en el Gólgota, el caserío de Las Coloradas
-convenientemente disfrazado y decorado-, sería Jerusalén (Huerto
de los Olivos, Palacio de Pilatos, Casa de Caifás, lugar de la Santa
Cena, etc. El público se acomodaba en el campo de fútbol y sus
gradas, habilitándose otros espacios para los espectadores en pie,
así como para cercar los rebaños de camellos, cabras, caballos,
etc.
Isidro, resaltaba
algo muy peculiar: los técnicos de sonido eran los mismos de la
emisora Radio Ecca, que el Ejército participaría en las
escenificaciones con su Banda de Música (Cornetas y Tambores) y que,
para suplir la “música en conserva”, se contaría con la valiosa
colaboración de la
Coral Polifónica de la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, bajo
la dirección del maestro Falcón Sanabria.
José M.
Fernández,
director de La Pasión y, a su vez, del grupo de Teatro del barrio
-Talía-; manifestaba que, sus principales objetivos eran los de
atraer la atención hacia Las Coloradas de las autoridades y
ciudadanos de las Palmas de Gran Canaria; hacer una llamada de
atención hacia sus condiciones de vida y dar un aldabonazo
en la conciencia de todos los que miran a Las Coloradas, olvidándose
de que allí viven personas y, en segundo lugar, la de crear una
tradición que perdurara en el tiempo; para ello iba a poner a
disposición su experiencia y conocimientos adquiridos como
profesional del teatro en las compañías de Valeriano León y Aurora
Redondo, y en el Teatro Popular Español.
Manifestaba también
que, al venir de vacaciones a Gran Canaria su esposa, Esther de
Fernán, también actriz e intérprete de la Virgen María en varias
ocasiones, se enamoró de la isla y se quedaron en Las Coloradas,
contagiando inquietudes teatrales a niños y jóvenes.
De entre los actores
y actrices, -bien profesionales y aficionados o vecinos de Las
Coloradas, que participaron en cada una de las treinta
representaciones que se celebraron durante seis años, algunas de
ellas con setecientos participantes, destaca el papel de Jesús,
encarnado por el actor canario Paco Acosta (1970 y 1971), que se
trasladaba desde Madrid al efecto.
Difícil seguir
enumerándolos a todos; ahí quedan para la historia las
interpretaciones exquisitas de los que interpretaban a: la Virgen
María, María Magdalena, la Verónica, Judas, Pilatos, Barrabás,
Caifás, Anás, Nicodemus, José de Arimatea, Ángeles, Centuriones,
Apóstoles, Romanos, Escribas, Sacerdotes y Fariseos, Soldados… Y,
por supuesto, la participación de las mujeres y hombres, niñas y
niños del barrio de Las Coloradas, principalmente en papeles de
pastores y gentes del pueblo de Jerusalén.
José Suárez,
miembro del Grupo de Teatro “Talía”, que interpretó algunas
veces a Jesús (de 1972 al 1975); a la pregunta de por qué no se
dejaba barba al efecto, manifestó algo que resultó bastante
anecdótico: “Porque
estoy haciendo el servicio militar en el Regimiento de Artillería.94
y no he querido molestar allí para que me permitiesen dejarme la
barba”.
Estrella
Rodríguez Domènech,
vecina
de Las Coloradas desde hace más de cincuenta años, recuerda la
combinación social y cultural que tuvo la representación de ‘La
Pasión’ en el barrio. Su participación en la obra incluyó muchos
aspectos, desde la ayuda con la preparación del evento, hasta la
interpretación de varios papeles en el reparto;
Verónica
será uno de sus personajes más recordados, pudiendo recitar hoy aún
alguna de sus frases: ‘’Apartaos
impíos, ni la cara de hombre le ha quedado, y todavía tiráis por
él’’.
La memoria de Estrella guarda gratos recuerdos de aquellos montajes
teatrales que, si bien muchos de los actores y figurantes eran
amateurs,
la entrega y el compromiso por la obra hacía que, junto al espacio,
el texto fuese aún más fidedigno, hasta el punto de ‘’un
año, mientras el personaje de Cristo subía al Calvario y era
azotado de manera ficticia por un soldado, un vecino de aquí, de La
Isleta, saltó sobre el romano para frenar los latigazos y salvar a
Jesús, era todo muy realista’’. Muchas
son las historias de bambalinas que se vivieron en el barrio con
motivo de la celebración de este gran evento, de cuya memoria
Estrella rescata el hecho de ‘’La
Pasión acababa a las tantas de la noche en el Bar de Brunito
-situado
donde hoy se encuentra el Restaurante El Padrino- hacía
un tremendo caldero de huevos duros para dar de comer a los
participantes’’.
Óscar Montesdeoca Cruz,
que interpretó a Barrabás en varias ocasiones -era maquinista de
rotoplana-, manifestaba lo siguiente al periodista José L. González
Pérez, en entrevista de 1971 que no le gustaba el teatro, pero que
si participaba en La
Pasión
era por el barrio y, para visibilizar la precariedad de sus vidas; y
continúa: ‘’si
bien la situación era inhumana, tenía a gala presumir de lo que
hubieran logrado con muchísimo esfuerzo, con la unión y solidaridad
de todos los vecinos y sin la ayuda de nadie”. En
cuanto a la logística en el barrio, detalla,
“Pagábamos a cada vecino 40,- pesetas semanales por la luz (a
motor), que cuando no fallaba por un cable el motor, fallaba por la
batería descargada y que funcionaba desde las 06,30 horas hasta que
terminaba la programación de la televisión.
También
se pagaban 100 pesetas mensuales para la recogida de la basura
domiciliaria; lograron que un micriobús hiciera un servicio de
transporte (Las
Coloradas/La Isleta),
que les costaba 3,- pesetas los días laborables y 5,- los festivos;
los propios vecinos nos organizábamos para comprar cubas de agua,
para el suministro del hogar.’’
Las distintas
representaciones de La Pasión y Muerte de Jesús, gracias a las
gestiones realizadas por los miembros de la Asociación de Cabezas de
Familia, tuvieron la colaboración y patrocinio del Cabildo de Gran
Canaria, Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, las Delegaciones
Provinciales del Ministerio de Información y Turismo, el de Cultura
y, la Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria.
SE
INICIAN LAS OBRAS DE LA URBANIZACIÓN
LAS COLORADAS.
Para terminar,
reproducimos el texto de la nota de prensa que la Asociación de
Cabezas de Familia de Las Coloradas, cursaba a toda la prensa, tres
años después de iniciarse las representaciones de la Pasión y
Muerte de Jesús:
“El día 12 de
febrero de 1973, será una fecha que quedará grabada con letras de
oro, en la larga historia de este modesto barrio porteño que es Las
Coloradas, pues han culminado con éxito, las largas gestiones
durante años y años, de esta Asociación y por fin han empezado las
obras de urbanización y esperamos verlas concluidas dentro de pocos
meses si Dios quiere.
Verdaderamente era
emocionante el ver a algunos vecinos que, desde muy temprano,
esperaban la llegada de los tractores y camiones, aún con la duda de
si lo que estaban viendo era sueño o realidad, y en el preciso
momento de comenzar el movimiento de tierra, la alegría y la emoción
fue tal que hubo vecinos que no pudieron contener las lágrimas,
especialmente entre los más ancianos”.
Para la posteridad y
para la memoria colectiva de futuras generaciones, nos queda en Las
Coloradas la nomenclatura de sus calles, nominadas después de la
apoteosis que supuso el desarrollo de La Pasión en el barrio,
pudiendo observar la Avda. Semana de la Pasión -rotulada en 1994- y
las calles María Dolorosa, Jesús Nazareno, Verónica y los
apóstoles Pedro, Juan, Santiago y Mateo.
Finalmente, por
nuestra parte, agradecer la valiosa colaboración de Kevin Truillo,
administrador de la página de Facebook “Fotografías antiguas de
Las Coloradas en Las Palmas de Gran Canaria” y de la informante
Estrella Rodríguez Domènech, que interpretó en algunas ocasiones a
la Verónica.
Por último, poner en
valor las fuentes de las que nos hemos valido para confeccionar este
trabajo, gracias a los exquisitos reportajes publicados en el
periódico La
Provincia,
a cargo de los periodistas: José
A. Alemán
(diciembre de 1970); A.
O’shanahan
(abril de 1971) José L. González
Pérez (1971) y J.M.
Balbuena
(marzo de 1972) y, en El
Eco de Canarias,
José
Martín Ramos
(abril de 1974).